sábado, 5 de septiembre de 2015

Cinco minutos más...






Y llega la hora de levantarse, de empezar un nuevo día. Suena el despertador, ese aparato infernal que muchas veces miras con cara de pocos amigos, pero como eres un adulto responsable, te levantas, aún sin ganas, y empiezas con el ritual de todos los días. Pero hay una parte de ese ritual, que no es muy divertida que digamos: intentar levantar al aborrescente. Y digo intentar, por que desde que empiezas a llamarlo con voz suave, hasta el grito de: ¡LEVÁNTATE DE UNA VEZ O TE TIRO DE LA CAMA! pasan unos veinte minutos.Y después viene su contestación: cinco minutos más porfa... A ver, seguro que hay gente que cuando lea esto dirá: ¡pues al mío lo llamo y se levanta enseguida! Pues hay que ver que suerte tienes, si hay alguna fórmula, pasádmela, por que yo lo he intentado todo y no hay manera humana, divina o maléfica, de hacer que se levante....¿o si?

Pues sí, sí la hay, y se llama excursión o quedar con los amigos. Tu puedes dejarte la garganta todos los días diciéndole cosas para que se levante, volcar el colchón para que al menos del susto se despierte, o enchufarle una manguera con agua fría en la cara, que si no hay voluntad, no la hay. Ahora bien, como sea algo que a ellos les interese, cuando suena el despertador, sientes una presencia no habitual, muy cerca de ti, que por un momento te encoje el alma, y lo que no es el alma, por que te sientes observado y tu mente (por que aún estás medio dormida), te hace pensar en cosas de otro mundo, pero nada más lejos de la realidad. Mira tu por donde, que nuestro querido aborrescente, nos está mirando muy fijamente, cual buho acechando su presa, ¡y no sólo eso!, se ha levantado sin que nadie le diga nada, ha dejado el cuarto ordenado, la cama hecha y hasta ha desayunado si te descuidas, y aún va y te dice: ¿te piensas levantar o qué? ¡qué se me va a hacer tarde!

En ese momento, has dejado en mantilla a la niña del exorcista, por que entre la cara que llevas de que acabas de despertarte, y que estás hablando, más bien gruñendo, en un idioma que ni tú misma entiendes, y tienes los ojos inyectados en sangre, el susto se lo ha llevado dicho aborrescente, que antes de que tu levantes la cabeza de la almohada, ya está en su habitación con la puerta cerrada, un rosario en la mano, una rastra de ajos colgada al cuello y rezando todo lo que sabe, por si las moscas. 


Esto de la aborrescencia, es una aventura diaria, un conocimiento continuo, un despertar a nuevas experiencias...y sin necesidad de alarma. Pero sinceramente, ¿a quién le disgustan cinco minutos más?

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