viernes, 4 de septiembre de 2015

Mamá, dame...




        Un día, sin saber por qué, como todo lo que sucede en esta edad, dejas de ser simplemente mamá o papá, para ser: mamá/papá, dame... Al principio, el apellido no te suena, por que tu jurarías, que tu primer apellido es otro, más que nada, por que tu padre no lo tiene, aunque vagamente recuerdas que es posible que tu abuelo si, ya que tu también lo utilizaste durante un tiempo, pero como hace tanto, no estás segura.

Luego, claro está, viene el segundo apellido: mamá dame dinero, mamá dame más, aunque también existen variaciones del tipo: mamá cómprame eso, y mamá tu que sabrás, este último, no se si te dará más titulación o menos, pero lo que si te da, seguro, es un coraje increíble, por que además, cuando ya se los has dado, te miran con cara de banquero esperando rescate y te dice: ¿sólo esto? ¿nada más?.

Por que ellos entran en la etapa del mamá dame, entre otras muchas aborrescencias, y tu entras en la de la paciencia infinita, aunque no siempre se consigue, ya que cuando has oído unas cien mil veces, la dichosa frase, te dan ganas de contestarle: si te voy a dar, si, ¡pero la del pulpo! bueno, no lo piensas, se lo dices, eso, y otras muchas más cosas que son universales: te has creído que soy el Banco de España, el dinero no crece en los árboles, a ver si te piensas que tengo una fotocopiadora de billetes...(esto no suena mal, pero es delito, que le vamos a hacer).

Uno de los mayores errores que hemos cometido la gente de mi generación (ahora toca ponerse un pelín seria, aunque no mucho), es pensar, que si le damos todo a nuestros hijos, ellos serán más felices, y no nos damos cuenta, de que lo único que hacemos, es ponerles las cosas tan fáciles, que no saben apreciar, el sacrificio que nos cuesta, y ahí si he de reconocer, que nuestros padres nos ganaban en sabiduría, que un NO, es eso, NO, y sus razones tenían.


Tengo la esperanza, de que nuestros hijos, empiecen a entender que cerrarles el grifo, no es quererlos menos, sino todo lo contrario, hacerles saber, que todo sacrificio tiene su recompensa. Aunque lo sabrán cuando ellos tengan hijos en plena aborrescencia, y cuando digan: ¿te piensas que soy el Banco de España?, en ese momento, lo primero que venga a sus mentes, sea: ¡que razón tenía mi madre! y nosotras que estaremos detrás, le daremos una colleja (con cariño) y le diremos otra de nuestras típicas frases: ¡TE LO DIJE!

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